En una
noche como la del 20 de agosto de 2010, con la Luna iluminada en el 87% de su
superficie alcanzando casi el onceavo día de lunación, no resulta difícil
decidir qué observar. Algunas estrellas dobles, algún planeta que se ponga a
nuestro alcance y, por descontado, la misma Luna.
Esta
noche mi objetivo final era un pequeño, pero muy peculiar accidente lunar: Mons
Delisle. Una elevación que parece insignificante y sin embargo resulta de gran
interés a la hora de comprender el proceso geológico que ha conducido al
aspecto del paisaje lunar que podemos ver en la actualidad.
Aproximadamente
hace unos 3.900 millones de años la Luna sufrió un terrible impacto cuyo fruto
inmediato fue la formación de una cuenca de unos 1287 km de diámetro. Para
hacernos una idea de su inmensidad comentar que sus 830.000 km2 lo
convierten en el segundo mar lunar en tamaño.
Este
tipo de colisiones de gran magnitud produce la fracturación de la corteza lunar
hasta una profundidad de varias decenas de kilómetros, y por su naturaleza, se
enmarcan en la categoría de cuencas multianillo, es decir, cuencas que
presentan anillos concéntricos debido a la fuerza del impacto.
El
resultado del choque que formó Mare Imbrium fueron tres anillos concéntricos. Del
anillo exterior que se acerca a los 1287 km comentados antes podemos distinguir
espectaculares cordilleras remanentes del círculo original, como Montes
Carpatus al sur, Montes Apenninus en el sudoeste o Montes Alpes en el noreste.
Los
anillos internos no resultan tan evidentes, ya que después de crearse la cuenca
de impacto, ésta fue posteriormente rellenada por la lava procedente del magma
interior de la Luna que se filtró por las grietas resultantes del impacto. De
esta manera, sólo podemos distinguir las zonas más elevadas de estos anillos
interiores que evitaron ser cubiertas por el mar de basalto.
Del
anillo intermedio podemos apreciar formaciones como Montes Recti, Montes
Teneriffe o Montes Spitzbergensis.
Y
finalmente, debido a la profundidad que alcanzó el anillo interno después del
impacto, tan sólo podemos ver pequeñas elevaciones que surgen tímidas sobre la
superficie de Mare Imbrium. Mons Delisle es una de ellas.
Esta
pequeña formación montañesa está orientada de norte a sur y debido a que se
extiende a lo largo de sólo unos 51 km precisa que se fuercen bastante los
aumentos para poder disfrutar de una observación cómoda. Por suerte, aunque
nuestro telescopio no tenga demasiada abertura, la Luna, en una noche sin excesivas
turbulencias atmosféricas nos permite utilizar aumentos cercanos al límite
teórico de nuestro instrumento.
Lo
primero que llama la atención de Mons Delisle es su forma curiosa. Se ha
llegado a conocer como “El bebé”, ya que en cierta manera recuerda la figura de
un bebé gateando. Con el ojo puesto en el ocular pude reconocer el parecido,
pero al cabo de unos instantes me sorprendí pensando que tal como incidía la
luz del Sol en ese momento, permitiendo que se extendieran las sombras
recortadas de los diferentes picos de Mons Delisle, a mí más bien me recordaba
un saurio con las crestas recorriéndole el lomo.
Este es
el dibujo que hice observando con mi SC de 235mm a 313x:
Frente
a Mons Delisle encontramos una serie de picos que curiosamente no tienen nombre
propio, o por lo menos, yo no he sido capaz de encontrarlo. Lo único que he
encontrado es que se les conoce con el sobrenombre de la “Calavera”, pero
sinceramente, en este caso no he sido capaz de relacionar el apelativo con lo
que estaba viendo. Con todo, las tres sombras que emanan de ellos ofrecen un
añadido estético muy destacado.
Y para
concluir me fijo en los dos cráteres que acompañan a Mons Delisle. Por un lado,
el cráter Delisle. Con un diámetro de 26 km es el cráter más significativo de
esta zona, y está situado al final de la “cola” del saurio. Los rayos solares
no han alcanzado todavía su fondo y se limitan a iluminar con fuerza una de sus
paredes.
De la “cabeza”
del saurio, o del bebé, como se prefiera, veo una tímida rima que desemboca a
una de las paredes del otro cráter que destacado, Diophantus, de 19 km de
diámetro. Tal como lo veo parece un clon en pequeño de Delisle.
Cuando
ya doy por concluida mi visita a Mons Delisle me pregunto qué aspecto debería
tener el impacto que formó la cuenca de Mare Imbrium antes que la lava le diera
el aspecto que tiene hoy en día y poniendo en funcionamiento mi imaginación me
estremezco al pensar, primero, la potencia destructiva del impacto, y segundo,
la belleza que debía ofrecer esa cuenca con, al menos, tres anillos
concéntricos.
Me ha encantado esta página. La encuentro escrita con el entusiasmo y el rigor de un aficionado serio que deja participar al lector en sus observaciones.
ResponderEliminarGracias Alberto por el comentario. De eso se trata, de compartir nuestras experiencias con otros aficionados :)
EliminarSaludos.
Óscar