Titius había observado que si se dividía la distancia entre el Sol y Saturno en 100 partes, situando a Mercurio separado del Sol en 4 partes, a partir de él, el resto de planetas se situarían en la siguiente secuencia:
Venus 4+3= 7 partes.
Tierra 4+6= 10 partes.
Marte 4+12= 16 partes
(?) 4+24= 28 partes
Júpiter 4+48= 50 partes
Saturno 4+96= 100 partes
Con estos datos planteó que en la zona que representarían las 28 partes debería existir algún cuerpo celeste… que todavía no se había descubierto.
Lo cierto es que si dividimos el resultado correspondiente a cada planeta por 10, los cocientes que obtenemos representan una distancia prácticamente coincidente a la que se encuentra cada planeta respecto al Sol en base a Unidades Astronómicas (UA), es decir, tomando 1=distancia Sol-Tierra.
En esta tabla se puede apreciar mejor la comparación entre los resultados obtenidos a partir de la propuesta de Titius con los datos reales que conocemos en la actualidad:
Hoy por hoy hay defensores y detractores de esta “Ley”, pero la gran mayoría de científicos no la consideran como tal, sino más bien una curiosidad matemática.
Pero no debemos menospreciar las casualidades y curiosidades como motor del avance científico.
El 13 de marzo de 1781 William Herschel anunció el descubrimiento de un nuevo planeta, al que bautizó como Georgium Sidus, en honor al Rey Jorge III, sin embargo pronto fue bautizado como Urano a propuesta de Johann Elert Bode, nombre que quedó ya como definitivo. Este descubrimiento hizo que se empezara a tomar más en serio la Ley de Titius, ya que la posición en la que se encuentra Urano mantiene la secuencia establecida, es decir:
Urano 4+192= 196 partes
Con lo que siguiendo el mismo proceso que con los anteriores planetas (dividiendo el resultado por 10 y comparándolo con la distancia real de Urano en UA) tendremos que:
En 1796 tuvo lugar un congreso astronómico en la ciudad alemana de Gotha donde se recomendó la búsqueda de un cuerpo situado entre la órbita de Marte y Júpiter que cumpliera la Ley de Titius. Franz Xaver von Zach fue el encargado de coordinar el grupo de 24 astrónomos que se dedicaron a buscar sistemáticamente el “planeta perdido”.
Sin embargo, como pasa muchas veces en astronomía, el primero que encontró un cuerpo celeste ubicado en la zona propuesta no estaba enfrascado en esta búsqueda. El 1 de enero de 1801 el sacerdote católico Giuseppe Piazzi enfrascado en la elaboración de un completo catálogo estelar descubrió un punto que se desplazaba entre el campo estelar. Ya en un primer momento tuvo la sospecha de que podía tratarse de un nuevo planeta, pero dando muestra de prudencia, dio a conocer su descubrimiento como si se tratara de un nuevo cometa.
Piazzi lo bautizó como Ceres Ferdinandea (más tarde quedaría simplemente como Ceres) y sería considerado como un nuevo planeta durante más de medio siglo. Pero con el tiempo se fueron encontrando un gran número de objetos similares, aunque más pequeños, perdiendo su singularidad y que acabarían siendo incluidos en una nueva zona comprendida entre 2 y 3,5 UA que se denominó Cinturón de Asteroides. A partir de entonces ya no fue considerado como un planeta, sino como un asteroide más.
Pero los avatares de Ceres no terminaron ahí. El 24 de agosto de 2006 la Unión Astronómica Internacional (UAI) redefinió el concepto de planeta, de manera que Plutón dejó de ser considerado como tal incluyéndose en la nueva categoría de “Planeta Enano”, categoría en la que también tuvo cabida Ceres, el cual pasó esta vez de ser considerado asteroide a enmarcarse como planeta enano.
Un planeta enano es un cuerpo celeste que se encuentra en órbita alrededor del Sol, que tiene suficiente masa para que su propia gravedad haya superado la fuerza de cuerpo rígido, de manera que adquiera un equilibrio hidrostático (forma casi esférica). No es un satélite de un planeta u otro cuerpo no estelar y no ha limpiado la vecindad de su órbita.
La noche del 23 de diciembre de 2012 tenía ganas de sacar el telescopio para observar un rato, pero el gran brillo de la Luna, iluminada en un 83% de su superficie, me limitaba un poco las opciones. Entonces recordé que Ceres se encontraba en una situación favorable para apuntar hacia él. Situado a 1,69 UA de la Tierra (2,67 del Sol) y brillando con una magnitud de 6,7 durante esa fecha andaba por la constelación de Taurus, bien alta en el cielo.
Apunté mi SC de 235mm hacia el lugar donde debería encontrase Ceres y utilizando el ocular de 25mm (94x), dibujé lo que veía a través de él:
A pesar de su apariencia estelar me resulta fácil identificarlo, ya que en el campo del ocular tan solo le acompañan estrellas de magnitud 9,5-10. Aparece como el punto más brillante, inconfundible. No soy capaz de ver una forma planetaria clara, se asemeja a una estrella cualquiera, sin embargo sí puedo disfrutar de un color crema, más cercano al blanco que al amarillo, muy atrayente.
Durante la observación tuve un recuerdo hacia Piazzi y pensé que ni él mismo debió creerse en ningún momento que ese puntito luminoso perteneciera a un cometa…
La fotografía me permitió disfrutar mejor de Ceres y rememorar en cierta manera lo que pudo sentir Pizzi al comprobar su el movimiento por entre las estrellas:
Pinchar en la imagen para ver el tamaño completo |
Esta es una animación de la zona donde se encontraba Ceres el 23 de diciembre de 2012 entre las 22h 02m T.U. y las 22h 34m T.U. Es un recorte de las fotos que tomé con mi Nikon D70S a foco primario del SC de 235mm.
Como comento a menudo, en muchas ocasiones no es tanto lo que vemos a través del telescopio como saber y comprender lo que vemos. En este caso, la humanidad tan sólo tiene constancia de la existencia de este bonito punto luminoso desde hace poco más de dos siglos, e independientemente de cómo lo definamos, no deja de ser un miembro más de la familia de nuestro Sistema Solar, testigo mudo de nuestra existencia y que nos ayudará a comprender un poco nuestro rincón de Cosmos cuando la sonda Dawn de la NASA, si todo va como se espera, llegue a Ceres en febrero de 2015.
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