La primera vez que dirigí mi telescopio hacia la Luna fue una de las noches más felices de mi vida, y me convencí que había valido la pena hacer el esfuerzo de comprar mi querido Celestron Nexstar 5i de 127mm.
Por aquel entonces no tenía ni idea de qué podía ver en la Luna y mucho menos, reconocer lo que estaba viendo. Sin embargo, en el momento en que forcé un poco los aumentos y apunté cerca del terminador, me quedé realmente impresionado por lo que estaba contemplando. Más tarde descubriría que lo que vi no era otra cosa que la zona del cráter Aristarchus. Desde ese momento, una de mis zonas preferidas lunares.
Han pasado unos cuantos años desde esa primera noche, pero todavía noto una sensación especial cuando observo este rincón lunar. El pasado 25 de abril de 2010 vi que era el momento adecuado para observar Aristarchus, y me decidí, a pesar de las nubes amenazadoras, a montar el telescopio y apuntar a nuestro satélite.
Las nubes no tuvieron compasión. En un cuarto de hora ya habían cubrido el cielo totalmente, pero algo pude hacer...
Primero saqué una fotografía con la DBK+Barlow x2 con el Nexstar 5i:
Aquí rotulada con los principales atractivos de la zona:
Sin poder intentar ninguna otra toma, hice un pequeño boceto a lápiz. Me hubiera gustado perfilar un poco mejor los detalles, pero el tiempo, con su ejército de nubes, manda... y sin compasión. Este es el discreto resultado:
Sin embargo, la recompensa de la observación visual no me la quita nadie.
Empecé con el cráter Aristarchus, brillante, de un blanco inmaculado en la zona donde ya se reflejan los rayos solares... impresionante. Este cráter, de 40 km de diámetro es de formación “reciente”, unos 450 millones de años y es el más brillante de los cráteres de grandes dimensiones de la Luna.
Otra peculiaridad interesante es que se puede distinguir durante el momento en que la Luna se ve ténuemente iluminada por la luz cenicienta, es decir, cuando gran parte de la superficie de la Luna no se encuentra iluminada directamente por los rayos solares, sino que tan sólo recibe el reflejo de éstos desde la Tierra.
Es tan brillante que presenta una gran dificultad a la hora de fotografiarlo, ya que se tiende a “quemar” rápidamente el cráter. A continuación, me fijé con el cráter de 35 km de diámetro que se encuentra a su lado, Herodotus. Un cráter más viejo y, en consecuencia más oscuro. Esa noche los rayos de Sol tan sólo empezaban a iluminarlo, proporcionándole un aspecto un poco tétrico.
Gran parte de la culpa de la belleza que ofrece esta zona es debida a Vallis Schröteri, una serpenteante grieta perfectamente visible que no deja de maravillarme. Las sombras durante mi observación todavía eran presentes en gran parte de su recorrido.
El cráter fantasma Prinz, colgado parcialmente por la lava procedente del Oceanus Procellarum. Los peculiares Montes Harbinger. El cráter Krieger, cobijando en una de sus murallas el cráter de menores dimensiones Van Biesbroeck... los impresionantes Montes Agricola, a punto de reflejar toda la luz del Sol...
Pero esta vez quería centrarme en la zona Norte de Aristarchus, más concretamente quería observar la Rupes Toscanelli. Muchas veces se nos pasan por alto cosas por el simple hecho de estar al lado de accidentes realmente espectaculares... La Rupes Toscanelli no es la Rupes Recta, pero tiene su gran encanto y estuve disfrutando de ella hasta que, finalmente, las nubes me obligaron a recoger los bártulos.
Pero la Luna siempre estará allí. En la onceava noche después de Luna Nueva es cuando podemos ver en su plenitud esta maravillosa zona lunar.
Para concluir pongo aquí una foto que presenta una iluminación diferente. Fue tomada, en este caso, con la Neximage, la barlow x2 y el Nexstar 5i de 127mm el 20 de enero de 2008:
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