Han llegado las navidades y he podido, por fin, volver a mi pueblo. Confiaba en poder sacar de nuevo el telescopio y disfrutar de nuevo de algunas noches de observación astronómica. Pero por culpa de las nubes, no he podido hacerlo.
Hoy soplaba un fuerte viento, y no era demasiado aconsejable montar el SC de 235mm, pero he cogido mis prismáticos Celestron Última 10x50 y la cámara Nikon D5100 y he intentado cazar al cometa Leonard C/2021 A1. Ahora ya va disminuyendo su brillo y se encuentra demasiado bajo para una observación óptima, pero después de lo que se ha hablado de él estas últimas semanas, no quería dejar la ocasión de echarle un vistazo.
Pero no. No ha habido suerte. Justo cuando iba a localizarlo, compruebo que ya se ha escondido detrás del edificio del vecino. A ver si mañana me pongo un poco más pronto y consigo cazarlo.
He estado dando una vuelta por el cielo con los prismáticos. De todos los rincones por los que he pasado, con el que más he disfrutado ha sido con las Pleiades (M45). Son preciosas con cualquier instrumento, pero con los 10x50 tienen un encanto especial, ya que me transportan a mis primeros tiempos de aficionado en los que solo disponía de unos sencillos prismáticos para satisfacer mi hambre de cielo.
Finalmente, a simple vista voy reconociendo diferentes constelaciones invernarles. Taurus, Auriga, Gemini, y como no, Orion. A pesar de la, cada vez más horrorosa, contaminación lumínica, Orion parece querer sobreponerse a ella y continuar, como cada diciembre, asomar majestuoso sobre la Sierra del Montsià. Un gran espectáculo que, si la tendencia de los últimos años continúa como hasta ahora, será más complicado de disfrutar en todo su esplendor.
He querido acabar sacando una foto que me ha quedado con un mensaje dramático: la belleza del cielo confrontada con el exceso descontrolado de iluminación.
A ver si antes de acabar el año puedo observar de nuevo con el telescopio y despedir este complicado 2021.
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