Sin ir más lejos, sabemos del peligro real que implica la colisión de un cuerpo celeste contra la Tierra, que tanto puede llevarnos a un cambio de modo de vida inimaginable para nosotros como, en el peor de los casos, a nuestra completa extinción como especie.
Sabemos que ya se han dado casos en nuestra historia planetaria, y aunque somos conscientes que no es muy probable que un hecho como este se produzca durante nuestra corta vida personal, el cosmos se encarga de recordarnos de vez en cuando que este peligro es real.
Los días 31 de agosto y 1 y 2 de septiembre de 2017, los astrónomos aficionados tuvimos la ocasión de observar con nuestros pequeños telescopios el asteroide 3122 Florence, que aunque no haya peligro de colisión, sí se trata del mayor asteroide que ha pasado más cerca de nuestro planeta desde que la NASA empezó su proyecto de detección de asteroides potencialmente peligrosos.
Según los datos ofrecido por el telescopio Sptizer de la NASA y de la misión de NEOWISE indican que 3122 Florence tiene unos 4,4 km de diámetro y se trata de un asteroide de tipo Amor (https://es.wikipedia.org/wiki/Asteroide_Amor), que son aquellos con una órbita que contiene totalmente a la terrestre y que un perihelio menor de 1,3 UA.
En la página del Minor Planet Center podemos encontrar un esquema de su órbita y su posición más cercana a la Tierra, que se dio la noche del 1 de septiembre y que fue de unos 7 millones de kilómetros de distancia, o casi 18 veces la distancia entre la Tierra y la Luna. Algo que se dio por última vez en 1890 y no se volverá a producir hasta después del 2500.
Minor Planet Center |
Su periodo orbital dura 2,35 años (859,48 días) y se desplaza a unos 14 km/s
Carta generada con Cartes du Ciel |
En segundo lugar, y completamente frustrante, fueron las nubes y la lluvia del 31 de agosto y las nubes del 1 de septiembre.
Me fui a dormir lamentando mi mala suerte. Y seguro que mi subconsciente no quedó muy conforme, ya que hacia las cuatro de la madrugada me desperté, di unas cuantas vueltas en la cama y decidí levantarme un momento y asomarme al balcón. El cielo estaba despejado.
No me lo pensé dos veces, me vestí y, más lento de lo que mi cerebro indicaba, acabé montando el telescopio y dirigiéndolo hacia las coordenadas donde debería encontrarse el 3122 Florence.
Fue un poco frustrante. No tenía estrellas brillantes de referencia y tampoco era capaz de identificar el asteroide.
Finalmente opté por acoplar la Nikon D5100 y sacar algunas fotografías. Cuando acabé, el asteroide ya quedó tapado por unos edificios. Me fui a dormir con un sabor agridulce. No había podido verlo en directo, al menos de manera consciente, pero había podido sacar algunas fotos, que con un poco de suerte, me mostrarían su movimiento.
Esta es una de las fotos en bruto que pude sacar, una muestra de la brutal contaminación lumínica que sufría:
Y aquí el discreto gif animado que finalmente pude conseguir. Recorte de tres fotografías espaciadas un cuarto de hora cada una y donde se puede apreciar la gran velocidad a la que se desplazaba el asteroide. Una pena no haberla podido verlo en directo.
Y esta imagen rotulada con las estrellas de referencia y el asteroide.
Dentro de la frustración por no haberlo podido identificar en directo, me queda la satisfacción de haberlo cazado fotográficamente.
Esperemos no encontrarnos algún día en la tesitura de ver uno que venga directamente hacia nosotros.
Genial crónica como siempre, y estupendo gif! Una prueba más de que con paciencia y constancia se puede hacer astronomía desde una ciudad.
ResponderEliminar... con mucha paciencia y constancia :)
EliminarPero está claro que a los que ya estamos enganchados a la afición con poco ya nos conformamos.
Saludos.
Óscar
Estas capturas siempre son muy satisfactorias y quedan en nuestra memoria. Que te quiten lo bailao con el madrugón, mereció la pena.
ResponderEliminarHola Roberto,
EliminarDesde luego, pero no sé que pasa que con la edad, estos excesos los pago más caros al día siguiente :)
Saludos.
Óscar