El 20 de octubre de 2016, el japonés Koichi Itagaki descubrió una nova en la constelación de Sagittarius. Hasta hace poco invisible a nuestros ojos, en el momento de su descubrimiento brillaba con magnitud 10,7, llegando actualmente, 1 de noviembre de 2016, a la magnitud 7,7-8,2 según
estimaciones reportadas a la página de la AASVO.
Para alguien que no esté familiarizado con la observación astronómica, una nova puede dejarle completamente indiferente, ya que en el momento de poner el ojo en el ocular es indistinguible a cualquier otra estrella que podamos encontrar en el campo, sin embargo el encanto de una nova reside en su naturaleza.
Cuando en un sistema estelar binario coinciden una enana blanca y una gigante roja, llega un momento en que se produce un trasvase de masa de esta última a la primera, formando un disco alrededor de ella. Poco a poco la enana blanca se va calentando más y más hasta que se produce una ignición por fusión nuclear.
El fenómeno es realmente violento, y la explosión de una nova provoca un fuerte aumento de brillo de la estrella explosionada que en pocas horas puede llegar a aumentar en 10 magnitudes.
A pesar de la fuerza del evento, la enana blanca no se destruye, volviendo paulatinamente a su estado inicial, repitiendo el proceso.
Pues bien, cuando a través de nuestros telescopios vemos una nova, estamos siendo testigos de uno de los acontecimientos más destructivos que podemos ver en el Universo. Sí, parece una estrella como las otras, pero no lo es.
Debido a esto que acabo de explicar, siempre que tengo noticia de la explosión de una nova, o supernova, intento echarle un vistazo, y si puedo, seguir su evolución hasta que vuelve a desaparecer, siendo consciente que seguramente nunca más volveré a verla.
Para localizar la TCP J18102829-2729590 haremos una primera aproximación localizando la Gamma Sgr (mag. 3,0), el pitorro de la “Tetera”, el asterismo que relacionamos habitualmente con la constelación de Sagittarius. Desde ella saltaremos hasta la W Sgr (mag. 4,7) y luego alcanzaremos la HIP 88839 (mag. 4,6).
Localizada la HIP88839, podemos pasar a utilizar la carta más detallada facilitada por la AAVSO, donde se muestra rotulada con su magnitud de 4,6:
Más al norte localizamos un asterismo formado por cuatro estrellas, las tres más brillantes apuntando directamente hasta nuestra nova.
Lo tenía todo preparado para cazar esta nova tan asequible, pero no podía confiarme, ya que la constelación de Sagittarius en esta época del año empieza a ser bastante esquiva, situándose muy cerca del horizonte justo cuando se pone el Sol y desapareciendo de mi vista antes de que sea noche cerrada.
Para colmo de males, desde que tuve conocimiento de ella, día sí, día también, las brumas y las nubes eran las dueñas del cielo.
Por suerte, la noche del 1 de noviembre de 2016, desde el balcón de mi domicilio en Barcelona, pude apuntar mi SC de 127mm hacia TCP J18102829-2729590.
Sin lugar a dudas, las condiciones no eran las más favorables para su observación, como puede verse en esta fotografía que adjunto tal y como salió de la cámara:
Unas cuantas tristes estrellas que para mostrarse luchan contra la contaminación lumínica de la ciudad y las incipientes brumas que empiezan a crecer por el horizonte. Y estamos hablando de una de las zonas estelares más ricas que podemos ver en el cielo.
Triste, pero por lo menos la nova gana la batalla y se muestra ante mis ojos.
Este es el dibujo que hice de lo que podía ver por el ocular:
Como he comentado arriba, las estimaciones de brillo reportadas en la AAVSO rondaban las magnitudes 7,7-8,2; por mi parte, antes de verlas, hice mi propia estimación comparando la nova con el resto de estrellas que aparecían en el campo, y al final estimé que brillaba con magnitud 8,1:
Se me iba echando el tiempo encima. La Luna, iluminada en el 3,53% de su superficie en su segundo día de lunación y el brillante Venus ya se había escondido detrás de los edificios, y Sagittarius no tardaría en caer. Así que acoplé la Nikon D5100 al telescopio y saqué algunas fotografías para ver si podían mostrar algunas estrellas más de las que yo fui capaz de percibir visualmente.
Esta es la composición de dos imágenes que convertí en escala de grises para evitar en lo posible los efectos desastrosos de la contaminación lumínica que he mostrado antes.
Al final, las brumas volvieron a hacer de las suyas y tuve que dar por concluida la observación. Dentro de las dificultades, terminé contento por el hecho de haber cazado otra nova. Ahora a ver si puedo ir haciendo un seguimiento de ella, pero tal como se presentan los próximos días, tanto por trabajo, por cuestiones familiares, las previsiones meteorológicas y la despedida de Sagittarius de nuestros cielos nocturnos, mucho me temo que esta observación del 1 de noviembre será el único recuerdo que me llevaré de TCP J18102829-2729590.