Sin embargo hay momentos que nos sorprenden agradablemente.
Por ejemplo, cuando la Luna nos ofrece una pequeña zona iluminada por los rayos solares, el resto de su superficie, si las condiciones son las adecuadas, no se ve completamente oscura, sino que muestra un pequeño resplandor grisáceo donde se pueden distinguir los contrastes lunares.
Este fenómeno es conocido como “luz cenicienta” y se debe a que la Tierra refleja la luz del Sol sobre la superficie nocturna lunar.
Se podría decir, que si nos encontráramos en una zona de la Luna donde todavía es de noche, tendríamos la misma sensación que tenemos en la Tierra los días de Luna llena. De hecho, las fases lunares vistas desde la Tierra y las fases de la Tierra vistas desde la Luna son antagónicas, de manera que cuando tenemos Luna Nueva, en nuestro satélite disfrutan de una “Tierra Llena” y viceversa.
Pero la luz solar que se refleja en la Tierra y alcanza la Luna es mucho más intensa que la que nos llega desde la superficie lunar, ya que la Tierra, debido a su mayor tamaño y a la presencia de nubes, hielo y agua refleja la luz del Sol con mayor intensidad.
Las nubes reflejan aproximadamente un 50% de la luz que les llega, los océanos un 10%, la superficie terrestre, entre un 10 y un 25% y la nieve y el hielo entre un 40 y un 90%.
Recientes estudios acerca del albedo terrestre han puesto de manifiesto que el mejor momento para observar la luz cenicienta es durante los meses de abril, mayo y junio. En esta época el Hemisferio Norte está orientado al Sol de tal manera que la luz puede reflejarse en mayores extensiones de nieve y hielo, lo que permite obtener un albedo más elevado.
La primera constancia que tenemos en la que aparece una explicación más o menos acertada sobre el fenómeno la encontramos en Nicolás de Cusa, a principios del siglo XV. Y también, como no, el genial Leonardo da Vinci nos dejó además de sus teorías, un bonito dibujo de la Luna mostrando la luz cenicienta incluidas en el Codex Leicester:
La noche del 7 de junio de 2016, después de cenar, salí un momento al balcón para intentar soportar un poco mejor el calor que ya empieza a prepararnos para la próxima llegada del verano. Y allí me encontré con una tímida Luna iluminada en un 10% de su superficie y mostrando una luz cenicienta que le proporcionaba una belleza especial.
No pude resistirme y después de estar un buen rato disfrutando de la vista, fui a buscar mi Nikon D5100, le acoplé el objetivo Sigma 150-500mm y disparé hacia la Luna.
Después de hacer la foto, me di cuenta que cerca de la Luna se encontraba una bonita estrella anaranjada, de manera que, animado por el momento, fui en busca de mis prismáticos 10x50 para acabar de deleitarme con el panorama.
La luz cenicienta puede apreciarse perfectamente a simple vista, pero si nos ayudamos con unos prismáticos o con un telescopio, el efecto es impresionante.
Esta vez sólo utilicé los prismáticos, pero me sirvieron perfectamente para distinguir el contraste de los mares lunares y el brillo rojizo de 74 Geminorum, que era la estrella invitada al espectáculo.
74 Geminorum es una estrella variable (NSV 3671) y también doble (WDS J07395+1740AB) que brilla con magnitud 5,2 y presenta una clase espectral M0III D.
Una bonita experiencia urbana después de un día duro y antes de acostarme para recuperar fuerzas de cara a… otro día duro.
Nunca se me va a olvidar esta maravilla que acabo de descubrir gracias a ti.
ResponderEliminarGracias por compartir una vez más tus valiosos conocimientos, no imaginas cuánto disfruto con ellos.
Gracias, Óscar :)
Gracias Marga :)
EliminarNo es un fenómeno difícil de observar y es muy agradecido, sobre todo si te puedes ayudar con unos prismáticos.
Así que a la que puedas, a por él.
Saludos.
Óscar