La observación de planetas como Urano o Neptuno puede resultar un verdadero reto para quienes empiezan a observar el cielo y disponen tan sólo de unos prismáticos o de un telescopio sin el sistema de ayuda “goto”, principalmente debido a que se encuentran a tal distancia que, con instrumentos pequeños, es complicado diferenciarlos de una estrella cualquiera.
Una manera de facilitar la caza de estos esquivos planetas es aprovechar su paso cerca de estrellas brillantes o de otros planetas más fáciles de localizar que nos sirvan de punto de referencia para su búsqueda. Para ello necesitamos disponer de programas tipo Stellarium o Cartes du Ciel, que nos permitirán conocer a priori qué días serán los más adecuados para intentar su observación. También podemos estar pendientes de las efemérides que nos pueden ofrecer las revistas astronómicas especializadas o algunas páginas web que publiquen regularmente este tipo de información.
El pasado 9 de febrero de 2012 estaba prevista una atractiva conjunción de Venus y Urano, en la que estarían separados por tan sólo 27’. Ideal para su observación a través de unos modestos prismáticos o pequeños telescopios. Esta era su posición prevista según el programa Starry Night:
Estas últimas semanas las temperaturas han sido excepcionalmente bajas debido a una ola de frío siberiano que, sinceramente, me ha echado más de una noche para atrás a la hora de montar el telescopio. La noche de la conjunción llegando a casa hacia las 18,30h T.U., el termómetro marcaba unos “confortables” 6ºC, pero soplaba alguna racha de viento que calaba los huesos y el cielo estaba casi completamente cubierto por nubes bajas. Así que, visto el panorama, decidí sacar la cabeza armado sólo con mis prismáticos 15x70 acoplados al trípode fotográfico.
Apunté directamente hacia Venus y lo primero que me llamó la atención fue el curioso halo que aparecía a su alrededor por culpa de las nubes. Más o menos se puede apreciar en la foto que saqué un poco más tarde con mi Nikon D70S y el objetivo de 200mm:
Pero de Urano, nada de nada.
Esperé un rato, congelándome las manos, y al final aprovechando un momento más propicio, apareció Urano en el sitio donde debía estar. Con los prismáticos parecía una estrella más (como la que también vi debajo de Venus), pero esa sensación de estar viéndolo por ti mismo en "directo" es especial.
Este es el dibujo que hice de lo que pude observar:
Venus, con una magnitud de -4,1, un diámetro aparente de 16.0 ", iluminado en el 71% de su superficie y situado a una distancia de 1.0480 UA (Unidades Astronómicas) presentaba un bonito halo a su alrededor.
Por su parte, Urano, a la izquierda de Venus, con una magnitud asequible de 5,91, un diámetro aparente de 3,4” y situado por su parte a 20,80 UA, es realmente la “estrella” de la noche.
Debajo de Venus vi HIP417, que con su magnitud de 6,3 y su atractiva clase espectral K1 III, era la única estrella que podía distinguir por los alrededores. La contaminación lumínica y las nubes bajas no permitían más alegrías.
Fue un cuarto de hora de observación, suficiente para disfrutar una vez más de la danza de los planetas de nuestro Sistema Solar y a la espera de mejores noches en las que volver a sacar el telescopio… instrumento que no está pensado para permanecer aletargado en el interior de una vivienda, sino que está necesitado de espacios abiertos, cielos oscuros y atmósferas tranquilas…
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