sábado, 27 de febrero de 2010

Melotte 111: Cúmulo abierto en Coma Berenices

Ya he comentado en otras entradas que desde principios de diciembre de 2009 no hay manera de poder observar en condiciones. Cuando no es por la lluvia, es por las nubes, o el viento, o el trabajo...

El caso es que con este panorama, hay que aprovechar la mínima oportunidad que se presente, y la noche del 24 de febrero de 2010, a pesar de estar cansado después de un día duro de trabajo, a pesar de una Luna brillando en un 80,3% de su superficie, a pesar que mañana hay que volver a madrugar... no pude resistirme a coger mis humildes prismáticos Meade 10x50, el trípode y subir a la terraza a intentar resarcirme de privaciones observacionales pasadas.

No tenía mucho tiempo, así que fui a lo seguro: apunté directamente a Mel 111.

Melotte 111, también conocido como el Cúmulo estelar de la Cabellera de Berenice, es uno de los cúmulos abiertos más cercanos que podemos observar. Se encuentra a “sólo” 288 años luz de distancia.

Es también muy joven. Se estima una edad que oscila entre 400 y 600 millones de años. Como bien es sabido, el concepto de “joven” aplicado a las edades cosmológicas es un poco relativo. Tan sólo hay que tener en cuenta que hace unos 400 millones de años es cuando, más o menos, aparecieron los primeros insectos en nuestra querida Tierra.

Este cúmulo –o asterismo según como se mire- no se encuentra relacionado en ninguno de los catálogos más usados: ni Messier, ni Herschel, ni Dreyer lo citan, y fue Melotte, en 1915 quien lo incluyó en su “Catálogo de Cúmulos estelares”. Sin embargo es fácilmente reconocible y localizable.

Este es el dibujo que hice de Mel 111:

Puede verse a simple vista, pero para encontrarlo (recordar el brillo de la Luna y la contaminación lumínica que sufro en mi vivienda habitual), primero tuve que localizar la constelación de Leo. De Regulus, su estrella más brillante, pasé a Denebola, la Beta Leonis. Y a medio camino entre ella y Cor Caroli (Alpha de Canis Venatici) me apareció de manera espectacular este grupo de estrellas que me llenaron todo el campo de visión de los prismáticos.

El cúmulo ocupa un poco más de 4º, por lo que con mis prismáticos de 15x70 no habría podido abarcarlo completamente. Sin embargo, los 10x50 van como anillo al dedo. Como referencia de tamaños, recordar que la Luna abarca 0,5º.

Está formado por un buen número de estrellas, en su mayoría azuladas. Seis de ellas brillan alrededor de la 5ª magnitud y le confieren la forma de V o de pájaro batiendo las alas tan característica. Esto es lo que me llama la atención a primera vista.

Fijándome un poco más, dejé un poco de lado esta percepción de V y tendí a hacer agrupaciones en tríadas de estrellas brillantes, todas ellas acompañadas por estrellitas más débiles que esa noche, por las condiciones adversas, pasaban bastante desapercibidas.

He tenido ocasión de observar el cúmulo en una noche oscura y sin Luna, y sinceramente, es un festival.

Finalmente, comentar dos joyas de Mel 111. En primer lugar, la 17 Com (magnitud 5,3), que con los 10x que me proporcionan los prismáticos, aparece como una espléndida doble con una compañera (mag. 6,6) separada por unos suficientes 145”. Y en segundo lugar, la Gamma Com, que con el color amarillo-anaranjado que le confiere su espectro K1 III proporciona el toque de color al cúmulo.

Para situar un poco las componentes, adjunto de nuevo el dibujo con las etiquetas correspondientes a las estrellas más brillantes:


Adjunto también, por si puede ser de utilidad a alguien, una carta celeste que he elaborado para ayudar a localizar mediante el salto de estrellas a Melotte 111 con los prismáticos:

En conclusión: uno de los cúmulos más agradecidos que pueden (y deben) observarse con prismáticos y otra muestra que permite comprobar que no es imprescindible tener telescopio para disfrutar de la astronomía.

domingo, 21 de febrero de 2010

¿Qué vemos a través de un telescopio?

Cuando alguien se siente atraído por la astronomía, lo más habitual es que empiece a buscar información por internet, compre algún que otro libro sobre el tema... y quede comprensiblemente maravillado con las espectaculares fotografías que por todos estos soportes aparencen.

Animados por la ilusión, por ese cosquilleo en su interior ante la perspectiva de poder disfrutar “en directo” de esas maravillas, compran unos prismáticos, o incluso, directamente su primer telescopio, dirigen una primera mirada hacia el cielo... y no hay nada más triste que ver esa cara de desilusión al comprobar que lo que ven a través del ocular no se corresponde a esas nubes de gas de gran colorido, o a los impresionantes brazos espirales de muchas galaxias, o a esas bandas nubosas de mil tonalidades que ofrece Júpiter.

Lo que ven es otra cosa: pequeñas manchitas blancuzcas, redondeles difusos, “presencias fantasmagóricas”, planetas diminutos, con detalles de difícil observación...

Mi primera observación con el telescopio la hice el mismo día que lo compré. Lleno de ganas e ilusión, llegué a casa, cogí el manual, lo monté en la cocina, apunté como pude a Marte (que recién había pasado la oposición de agosto de 2003 y del que en los meses anteriores había podido observar unas fotos impresionantes hechas por astrónomos aficionados) y aprendí mi primera lección: para observar, por lo menos, hay que abrir la ventana, de lo contrario, no veremos nada de nada...

Finalmente, después de sacar el telescopio a la terraza, volví a apuntar hacia Marte y lo único que conseguí ver fue un pequeño redondel rojizo sin ningún tipo de detalle. Sería impagable tener ahora una foto de la cara que me quedó después de contemplar ese panorama.

La buena notícia fue que no me dejé vencer por esa primera decepción.

Tal vez, lo que no decepciona nunca es la Luna y la primera vez que se observa Saturno con sus anillos. Pero no parece ser suficiente para quitar esa sensación de sentirse engañado.

Entonces, ¿qué es lo que mantiene viva la ilusión de tantos y tantos astrónomos aficionados?

Estoy convencido que todos y cada uno de nosotros sería capaz de dar un buen número de razones, razones que idealmente, tendrían que ir descubriendo con el tiempo de manera personal todos aquellos que se adentran en el mundo de la observación astronómica.

Una de las primeras cosas que trato de explicar a familiares y amigos que se acercan a observar por mi telescopio es que habrá objetos que veremos que son realmente impresionantes a pesar de las comparaciones fotográficas, como puede ser el Cúmulo doble de Perseo, la Nebulosa de Orión, Saturno, la Luna, cualquier estrella doble con un bonito contraste de colores... pero lo que realmente importa es saber lo que estamos viendo.

¿Quién con un mínimo de sensibilidad no se sentirá impresionado al ver, después de un buen rato de esfuerzo, una manchita alargada... que corresponde nada menos que a una galaxia que se encuentra a unos 10 millones de años luz de nosotros y que se extiende a lo largo de 54.000 años luz (NGC253)?

¿Quién con un mínimo de sensibilidad no se sentiría impresionado al ver un pequeño redondel blancuzco... que corresponde a los gases expulsados por una estrella semejante al Sol que llega al final de sus días?

¿Quién con un mínimo de sensibilidad no se sentiría impresionado al ver una machita blancuzca irregular... que es un nido de formación de jóvenes estrellas?

¿Quién con un mínimo de sensibilidad no se sentiría impresionado al ver una pequeña esfera crepitante... formada por millones de estrellas?

¿Quién con un mínimo de sensibilidad no se sentiría impresionado al ver cómo amanece en otro mundo?

¿Quién con un mínimo de sensibilidad no se sentiría impresionado al ver...?

Esta es una pequeña reflexión fruto de casi dos meses en los que los días de observación “aceptables” que he podido disfrutar se cuentan con los dedos de una mano... tiempo que los verdaderos astrónomos aficionados pueden dedicar a leer y a investigar sobre futuros objetivos que intentaremos contemplar al menor resquicio de cielo despejado que se nos presente.

Y seguiremos esperando con ganas el momento en que podamos volver a contemplar manchitas blancuzcas a través de nuestros telescopios...

domingo, 14 de febrero de 2010

AR Cas - Sistema múltiple en Cassiopeia

AR Cassiopeiae (SHJ 355) es un sistema no muy conocido entre los aficionados, pero que para mi es una de las estrellas múltiples más atractivas que puede observarse.

Además, tiene dos alicientes añadidos, el primero es que AR Cas es una variable eclipsante tipo Algol; y el segundo es presentarse en el mismo campo del ocular de 10mm (125x) junto a otra estrella doble: SFT 3022.

Estos son los datos que presenta el WDS para este sistema que se encuentra en las coordenadas AR 23h 30,0m / Dec. +58º 33’:

23300+5833 STT 496 AB - AP 335º / Sep 1.5” / Mag. 4.87-9.3
23300+5833 SHJ 355 AC - AP 268º / Sep 76.0” / Mag. 4.87-7.23
23300+5833 HJ 1888 AE - AP 116º / Sep 40.6” / Mag. 4.87-11.28
23300+5833 HJ 1888 AF – AP 339º / Sep 67.0” / Mag. 4.87-10.59
23300+5833 HJ 1888 AG – AP 348º / Sep 67.1” / Mag. 4.87-11.11
23300+5833 BU 1149 AI – AP 208º / Sep 229.1” / Mag. 4.87-9.87
23300+5833 DA 2 CD – AP 214º / Sep 1.4” / Mag. 7.23-9.06

Y para la STF 3022 (AR 23h 09m / Dec. +58º 25’):
23309+5825 STF3022 AB – AP 226º / Sep 20.7” / Mag. 8.34-9.94

Este es el dibujo que hice con el Photoshop durante la observación del 9 de noviembre de 2007:

Estuve un buen rato peleándome con este sistema, ya que a pesar de tener unas condiciones de observación óptimas, me veía afectado por cierta contaminación lumínica que me dificultaba ver las estrellas más débiles. Por ello, para disfrutar de todo lo que ofrece AR Cas, lo mejor es intentar la observación desde un lugar oscuro.

Con mi telescopio de 127mm no pude desdoblar las componentes A/B ni por casualidad. Puse el máximo aumento útil que me permite mi telescopio (250x) pero lo único que conseguí fue apreciar la típica afectación del seeing.

Decidí no pedir peras al olmo (las componentes C/D tampoco las desdoblo) y contentarme, que no es poco, con la observación más plácida a 125x. Con estos aumentos fui capaz de ver todas las componentes restantes, es decir, E, F, G e I, y la vistosa doble STF 3022 en el mismo campo.

En cuanto a colores, la componente A la vi blanca. La componente C, también blanca, aunque no tan inmaculada como la principal. Y el resto, las vi tan débiles que no fui capaz de distinguir ningún color.

La secundaria que más dificultades me dio fue la E que con su poco brillo se encontraba “canibalizada” por la componente principal.

Para no perdernos entre tanta componente, adjunto el dibujo con las etiquetas correspondientes a cada estrella:

En definitiva, un sistema que da mucho juego a un telescopio como el mío y que sería realmente espectacular con uno de mayor diámetro.

domingo, 7 de febrero de 2010

R Leporis - Variable de rojo intenso en Lepus

Cuando empecé a observar a través del telescopio, si me hubieran dicho que algún día estaría más de 10 minutos observando una “simple” estrella no me lo habría creído... y el caso es que ayer, el 6 de febrero de 2010 estuve más de 20 observando R Leporis.

Y, ¿qué tiene de particular esta estrella que la diferencia de todas las otras?... Este es el dibujo que hice a 50x con mi SC de 127mm desde un lugar con una contaminación lumínica moderada:

Su descubridor fue John Hind en 1845, el cual anotó que "... se asemeja a una gota de sangre en el fondo del cielo." Y realmente, considero esta comparación de lo más acertada.

R Leporis, también conocida como “Hind’s Crimson Star” (La estrella Carmesí de Hind), es una estrella variable situada a unos 1.100 años luz de distancia que oscila de la magnitud 5,5 a la 11,7. Es decir, que pasa de ser una estrella fácilmente observable con prismáticos a ser prácticamente un fantasma para telescopios de abertura modesta.

Es una variable de tipo “Mira”, de un período de aproximadamente 427 días y que se enmarca en la familia de las estrellas de carbono, estrellas que se caracterizan por ofrecer un marcado color rojizo...Pues bien, R Leporis tal vez sea la estrella de carbono más “roja” que podemos llegar a observar. Su tipo espectral es muy poco común: C6lle.

En la web de la American Association of Variable Stars Observers (AAVSO) podemos encontrar las estimaciones de brillo más actuales, con las que sabremos si nos resultará más o menos asequible su observación:

http://www.aavso.org/apps/webobs/results/?star=R+LEP&num_results=200

Para hacer una estimación a “grosso modo” del brillo de R Leporis tenemos la ventaja que en el campo a 50x encontramos cuatro estrellas de comparación que nos resultarán muy útiles, ya que presentan magnitudes bastante significativas: 7,37 – 9,06 – 10,00 – 11,53:

Durante mi observación del 6 de febrero me dio la impresión que R Leporis brillaba un poco más que HIP23129 (7,37)... impresión que parece acertada, ya que más tarde comprobé en la web de la AAVSO que para el 4 de febrero se le asignó una magnitud de 7,1.

Hay que hacer mención que parece ser que cuanto más cerca está de su máximo, menos pronunciado se aprecia su color rojo... sin embargo ayer esa extraordinaria gota de sangre me dejó hipnotizado durante varios minutos...

Al final, saliendo de la contemplación, hice una foto de la estrella con mi cámara DBK, colofón ideal para un rato de observación sensacional:

Podemos encontrarla en estas coordenadas:

AR: 4h 59,6m
Dec: -14º 48'

No sé si es necesario decirlo, pero recomiendo que a poco que se pueda se observe esta preciosa variable... seguro que se recordará la experiencia durante mucho tiempo.

Marte el 6 de febrero de 2010

Si queremos sacar el máximo partido a la observación de Marte hay que aprovechar todas las noches que podamos durante su período de oposición.

Después de los problemas que tuve con el ordenador el pasado día 2, ayer ya pude recuperar todos mis recursos y dedicarme a observar Marte con tranquilidad.

Pero cuando no son unas cosas, son otras. Durante el día estuvo soplando el viento de manera insistente, y por la noche continuaron habiendo rachas bastante significativas. A pesar de ello, me decidí sacar el telescopio para probar si podía observar alguna cosa, y cuál fue mi sorpresa al ver que Marte se veía sin ningún tipo de turbulencia.

Esto me rompió un poco los esquemas, ya que pensaba que viento y mal seeing siempre iban de la mano. Hice la consulta en el foro de Astronomía de la AAH:

http://www.asociacionhubble.org/portal/index.php/foro/viewtopic.php?t=37760

... y allí me aclararon que el mal seeing es debido a las turbulencias producidas entre masas de aire de diferente densidad. Si la diferencia de densidad es muy baja y el flujo es laminar no hay mal seeing. (Aprovecho para agradecer desde aquí a todas las personas que dedican su tiempo en esta clase de foros y que nos permiten aprender nuevas cosas cada día).

El caso es que pude disfrutar con el planeta, pudiendo apreciar de manera muy diáfana la zona que es más asequible para telescopios de pequeña abertura, zona que no es otra que Syrtis Major.

El polo Norte y su “collar” oscuro (la zona de Utopía) también destacaban con fuerza. Una de esas noches en las que Marte descubre sus secretos a los pequeños telescopios.
Este es el dibujo que hice:

Y para resarcirme de la falta de documento fotográfico de la noche del 2 de febrero, saqué una foto testimonial de la cara que me ofreció Marte el 6 de febrero de 2010 a las 22h 40m T.U.:

¿Por qué Marte ejercerá tanta atracción y despertará tanto interés? No sabría qué responder. Tan sólo puedo decir que es uno más de los muchos y variados atractivos que nos ofrece la observación astronómica.

viernes, 5 de febrero de 2010

Marte el 2 de febrero de 2010


La noche del 2 de febrero de 2010 acompañaba, y sólo hizo falta poner Marte a 250x con el filtro naranja #21, para ver resaltar de manera evidente la manchita triangular que presenta Syrtis Major (A la izquierda del dibujo). A su lado, se adivinaba también más claramente de lo que me esperaba, una sombra alargada que, después de consultarlo, diría que debía tratarse de Iapygia, Mare Serpentis, Sinus Sabaeus y Sinus Meridiani.

A parte de esto, lo que más me llamó la atención fue ver el Polo Norte tremendamente reluciente, rodeado por una zona delgada oscura a modo de collar. Interpreto que debía tratarse de la zona de Utopia.

Pero de los muchos imprevistos que acechan al astrónomo aficionado, esa noche me topé con uno verdaderamente desagradable: mientras estaba acabando la segunda fotografía del planeta con la cámara DBK el disco duro de mi ordenador, después de unos cuantos años, dijo basta.

Acabé la noche lamentándome, no tanto por la pérdida del disco duro (tenía copia de seguridad), como por el hecho de haber perdido unas fotos de Marte que, tal como estaba la noche, prometían...

Lo único que me quedó de la sesión de observación fue el dibujo que he adjuntado... y la bonita impresión de un Marte espectacular que me quedó grabado en la retina... Ahora, a pelearme con el ordenador... y a recuperar la observación tradicional de los cielos: telescopio, papel y lápiz... y muchas ganas.