Por una razón u otra, hay rincones en el cielo que no suelen ser un objetivo habitual en nuestras sesiones de observación. Sin embargo, hay ocasiones en las que por casualidad llegamos a ellos y nos impresionan de tal manera que se convierten en un lugar entrañable al que volvemos siempre que tenemos ocasión.
Esta es la pequeña historia de uno de esos rincones... a los que siempre vuelvo.
En octubre de 2008 estaba leyendo un libro (no recuerdo cuál) en el que se explicaba un poco por encima la historia de la constelación de Pisces e indicaba una serie de objetos interesantes que podemos encontrar en ella. La explicación mitológica me atrajo bastante la atención... tanto que me documenté un poco sobre el tema leyendo algunas de las partes del libro “Los mitos griegos” de Robert Graves, donde aparecían referencias a la historia en particular.
En un primer momento, se podría pensar que la constelación de Pisces evoca un escenario idílico representado por el tranquilo nadar de dos pececillos... nada más lejos de la realidad. Pisces representa la huída desesperada de una madre y un hijo de la barbarie y sin razón de un monstruo destructor y vengativo: Tifón.
Después que Zeus venciera a los Titanes, unos Gigantes, hijos de la Madre Tierra y Tártaro, organizaron otra rebelión contra el Olimpo, pero aunque con mucha dificultad, también fueron derrotados.
La Madre Tierra, en venganza por la destrucción de los Gigantes, yació de nuevo con Tártaro y posteriormente dio a luz a su hijo menor: Tifón, el monstruo más grande que jamás ha existido. Desde los muslos hacia abajo sólo era serpientes enroscadas, y en vez de manos, tenía incontables cabezas de serpiente. Su cabeza de asno brutal rozaba las estrellas, sus enormes alas ensombrecían el Sol, sus ojos desprendían fuego y de su boca salían rocas encendidas.
Para culminar la venganza, Tifón se dirigió al Olimpo, y los dioses, haciendo gala de un dudoso concepto de honor y valentía, huyeron aterrorizados a Egipto metamorfoseándose en distintos animales. Aquí nos centramos en el tema que nos ocupa: Afrodita, la diosa del Amor, en toda la amplia acepción de la palabra, se convirtió, al igual que su hijo Eros (al que los romanos conocen como Cupido), en pez. Y para evitar separarse, ataron una cuerda a sus colas y emprendieron la huída por mar. Esta es la representación que simboliza la constelación de Pisces: la huída de Afrodita y su hijo Eros del monstruoso Tifón.
Por cierto, finalmente, Tifón fue derrotado por Zeus que lo arrojó al monte Etna, cuyo cráter escupe fuego hasta el día de hoy.
Una vez satisfecha la curiosidad histórica, me fijé en uno de los objetos de la constelación que proponían observar a través de prismáticos 15x70: la zona de la estrella doble Psi1 Piscium.
Con estos antecedentes, la noche del 19 de octubre de 2008, después de unos cuantos días de cielos nublados, vi que se estaba produciendo una pequeña tregua y se abrían algunos claros. Nada lo suficientemente importante como para sacar el telescopio, pero si para hacer una rápida observación con los prismáticos. Pensando qué ver, recordé Psi1 PSC, cogí los Skymaster 15x70 y el Pocket Sky Atlas y me entretuve a localizar la doble.
Para ello, primero apunté a Alpheratz (Alpha AND) y Algenib (Gamma Pegasi), uno de los lados del cuadrado de Pegaso, y a partir de ellas “dibujé” un triángulo equilátero en dirección hacia la constelación de Pisces, cuyo vértice superior lo constituye precisamente la Psi1 Psc. De hecho, lo que pude ver en un primer momento fue un precioso asterismo triangular formado por cuatro estrellas:
Psi 1 Psc, mag. 5,3 y 5,5, espectro B y a 239 años luz de distancia.
Psi 2 Psc, mag. 5,53, espectro A y a 161 años luz de distancia.
Psi 3 Psc, mag. 5,56, espectro G y a 405 años luz de distancia.
Chi Psc, mag. 4,65, espectro K y a 441 años luz de distancia.
En un primer momento estuve disfrutando de las cuatro estrellas en su conjunto, que ocupaban un buen trozo del campo de mis 15x70 (4º). Plateada, blancuzca, amarillenta y anaranjada, espectivamente.
Al cabo de un rato recordé que la Psi 1 era doble... así que apoyé los brazos en la barandilla de la terraza y me fijé en ella... y qué preciosidad: dos puntitos plateados perfectamente desdoblados formando parte de ese sensacional asterismo triangular...
No sabría decir si con unos prismáticos 10x50 podría llegar a desdoblarse la Psi1 Psc, pero sea como sea, el bonito asterismo formado por estas cuatro estrellas es digno de visitar.
Durante estos años he ido haciéndole visitas con los prismáticos y he disfrutado de ella en varias ocasiones, sin embargo, no fue hasta el pasado 5 de octubre de 2011 que se me ocurrió apuntarle con el SC de 127mm.
Con el telescopio se pierde la posibilidad de disfrutar del asterismo formado por Psi1-Psi2-Psi3-Chi Psc, pero con todo, nos encontramos con una fácil estrella doble, apta para todo tipo de telescopios y muy bonita, tanto que es una muy buena opción a la hora de enseñar a cualquiera que se acerque a observar por nuestro telescopio.
Ya a 50x se aprecian dos puntitos blancos gemelos y extremadamente brillantes. No es necesario forzar más los aumentos, la prestancia de esta doble es indiscutible. Estoy un buen rato disfrutando con ella, y al final me animo a acoplar la cámara DBK al telescopio e inmortalizar el momento:
Un rincón que no aparece en las guías más populares del cielo, pero al que bien vale la pena hacerle una visita.
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