El ciclo de las fases lunares, desde Luna Nueva hasta Luna Llena, tiene una duración de 29,53 días, y en cada momento nos ofrece un aspecto diferente. Gracias a ello, la observación lunar nunca aburre y siempre nos deparará grandes satisfacciones.
Curiosamente, no es la Luna Llena uno de los momentos que más tocan mi fibra sensible, si no el primer y segundo día de lunación.
El primer día es todo un reto cazarla. A simple vista yo, de momento, no he sido capaz de verla. Siempre he tenido que buscar la ayuda de los prismáticos. Es segundo día, ya no hay problema con su localización, y si las condiciones de la noche acompañan, la percepción de la luz cenicienta (el reflejo de la luz solar rebotada en la Tierra sobre la superficie lunar), es extremadamente sugerente.
Esta semana he tenido la ocasión de disfrutar de estos momentos que comento.
El 4 de junio de 2019, con 1,41 días de lunación y nuestro satélite iluminado tan sólo en el 2,33% de su superficie, intenté observarla a simple vista desde el balcón de mi domicilio en Barcelona, pero la luz del día todavía era demasiado potente como para que la Luna se mostrara lo suficientemente contrastada ante mi vista. Cómo envidio a los que no tienen problemas de visión…
Pero como ya me conozco, no perdí demasiado tiempo con ello, cogí los prismáticos 10x50 y empecé a hacer un barrido por el horizonte oeste. No me costó demasiado encontrarla, y la verdad es que estuve un buen rato disfrutando del espectáculo que ofrecía ese estrecho arco iluminado.
Cuando ya empezaban a cansarse mis brazos, fui a buscar la Nikon D5100, le acoplé el objetivo Sigma 150-500mm, la monté en mi trípode Manfrotto y empecé a hacer pruebas.
Al final, con la velocidad de la puesta lunar y la montaña amenazando con comérsela en poco tiempo, conseguí encontrar los parámetros más adecuados para el momento y sacar un bonito recuerdo:
Este es un recorte/detalle de la misma fotografía:
Y esta última despidiéndome ya de la joven Luna, satisfecho por la belleza que pude contemplar este primer día de lunación:
Al día siguiente, 5 de junio de 2019, además de encontrarnos con el segundo día de lunación, se producía una conjunción lunar con Marte. Así que decidí volver a sacar los trastos para ver qué me deparaba la noche.
Sin embargo, me encontré con unas visitantes engorrosas: las nubes.
Por momentos temí que no podría observarla, pero al final encontré una pequeña ventana, y sin estar completamente despejado, por lo menos algo pude hacer.
Con 2,45 días de lunación y estando iluminada en el 7,6% de su superficie, la Luna presentaba una perturbadora y poco definida luz cenicienta, y a su lado, un tímido Marte se unía a la batalla contra las nubes.
Pero lo mejor de la noche estaba por venir. Y de una forma inesperada, sin haberlo planeado, me encontré con que la Luna se ponía justo detrás de dos árboles solitarios, cuya silueta quedaba recortada gracias a la luz lunar. Las nubes que se iban adueñando de la situación le daban un aspecto fantasmagórico que me permitieron conseguir una bonita fotografía del momento:
Como siempre se dice, la Luna nunca defrauda.
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