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viernes, 31 de agosto de 2018

Pinturas Rupestres del Cocó de la Gralla, Marte y Saturno

Los astrónomos aficionados solemos comentar que no es tanto lo que vemos, como saber qué estamos viendo y lo que representa, y el 14 de agosto de 2018 tuve la oportunidad de volver a constatar esta aseveración en un campo diferente al de la astronomía. Aunque como veréis después, la cabra tira al monte y terminé relacionándolo todo.

En 2017 se dio a conocer el descubrimiento de unas nuevas pinturas rupestres en el municipio tarraconense de Mas de Barberans. Son conocidas con el nombre de Pinturas Rupestres del Cocó de la Gralla y se encuentran situadas en el Barranc de Montpou, dentro del Parque Natural dels Ports.

Son un ejemplo típico de estilo levantino que se sitúa en abrigos rocosos de piedra caliza. Las pinturas rupestres que se han encontrado en esta zona de la Península Ibérica tienen una serie de características comunes que las distinguen de las pinturas de otras zonas.

A nivel técnico no mezclan colores, es decir, sus representaciones no son policromáticas, usando sólo el rojo, el negro o el blanco. Intentan dar sensación de dinamismo y movimiento a sus pinturas y presentan una clara tendencia a la simplificación de las figuras, que suelen ser de tamaño pequeño.

En cuanto a temática, principalmente representan escenas de caza o ceremoniales donde la figura humana aparece con frecuencia.

Respecto a las pinturas del Cocó de la Gralla, se estima que fueron pintadas hace unos 8.000 años, entre el Postpaleolítico y los inicios del Neolítico. Se pueden distinguir 27 arqueros, 4 figuras humanas, 2 huellas, 3 cabras, 1 bolsa, 3 arcos y flechas, 1 personaje particular, 1 antropo-zoomorfo, 1 jabalí, 1 cuadrúpedo y varios trazos indeterminados.

El 14 de agosto de 2018 pude disfrutarlas en persona después de apuntarme a una de las visitas guiadas que se organizan desde el Museu de la Pauma en Mas de Barberans.

Esta es la fotografía que hice del conjunto:


Fue realmente emocionante. Los trazos mejor conservados representan una escena de caza, en la que unos arqueros a la carrera persiguen una cabra salvaje.


Gracias a que fuimos con visita guiada y pudimos acercarnos a las pinturas, fuimos capaces de descubrir mil y un detalles, como pueden ser algunas plumas que adornan a los cazadores, flechas ensartadas en las presas… y una delicada sorpresa que se encuentra en el pequeño techo del abrigo y que sólo puede verse si uno se acerca a él: un cazador acechando a una pequeña cabra.


Aquí el detalle:


Sólo podemos imaginarnos qué pasaba por la mente de estos artistas primigenios.

Cuando me aproximé a contemplarlo me llamó la atención la belleza del trazo, la búsqueda del detalle, hasta el punto de dibujar unos finos cuernos... y lo que parece el ojo de la cabra, aunque esto último es muy probable que no de deba a la intención del artista, sino más bien a una degradación de la pintura. El arco curvo en una mano y en la otra una flecha. Las piernas del cazador en posición horizontal, dando una marcada sensación de velocidad y esfuerzo. También reparé en la diferencia de tamaño entre cabra y cazador, lo que me llevó a preguntarme si con ello, quien pinto la escena, quería mostrar que ambos se encontraban a gran distancia, o deseaba mostrar algún rito de iniciación donde un joven cazaba su primera pieza dejando atrás su niñez pasando a la edad adulta… o sencillamente, le salió de esta manera.


Sea como sea, sentado en las grandes piedras que se encuentran bajo el abrigo pintado, no he podido evitar evocar la vida de estos antepasados míos que pisaron la misma tierra que yo, que andaban por las mismas zonas que suelo frecuentar yo cada vez que voy a mi pueblo, que intentaban sobrevivir al duro día a día, como hacemos todos nosotros, y que eran conscientes de su existencia y sentimiento de comunidad.


Por la noche, ya en casa, seguía dándole vueltas a mi cabeza imaginando la vida que debieron tener mis antepasados hace 8.000 años y teniendo flashes de las diferentes pinturas que nos legaron. Y entonces, después de cenar, levanté los ojos al negro cielo nocturno tachonado de estrellas donde Marte y Saturno flanqueaban la constelación de Sagittarius (El Arquero).

No soy cazador, pero involuntariamente, me he sentido unido a los que estaban representados en las pinturas del Cocó de la Gralla.

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