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viernes, 24 de junio de 2016

Marte, noche de San Juan, 23 de junio de 2016

La noche de San Juan, en plena verbena, tuve la ocasión de apuntar el telescopio por primera vez durante esta oposición hacia Marte. Las condiciones para la observación no eran buenas, al contrario. Soplaba un viento constante que provocaba unas turbulencias atmosféricas que dificultaban sobremanera poder percibir los delicados detalles del planeta.

Pero actualmente, pocas son las oportunidades que tengo de disfrutar del telescopio, así que a pesar de los inconvenientes, monté la cámara ASI120MM para intentar, al menos, sacar alguna foto testimonial. Este es el resultado.


En visual intenté por todos los medios exprimir al máximo el planeta, pero como digo, las condiciones de la noche no acompañaban. Hice un dibujo marcando los detalles que, ayudado por diferentes filtros de colores, pude llegar a percibir.


Esta noche destacaba Mare Cimmerium, como una línea oscura ondulante que he marcado en la zona inferior del dibujo. En el lado opuesto, en el hemisferio norte, pequeñas sombras, casi imperceptibles que corresponden a Utopia.

Si quiero disfrutar como se merece de Marte, tendré que cruzar los dedos y esperar una noche más propicia. Pero como muchas veces digo, el cuaderno de observación de un astrónomo aficionado no sólo debe estar compuesto por noches de éxito, sino que también deben reflejarse aquellas noches que no son tan agradecidas.

AR: 15h 21m
Dec: -20º 56’ 00”

Constelación: Libra

Magnitud Aparente: -1,56
Tamaño Angular: 17”
Disco iluminado: 95%
Distancia desde la Tierra: 0,547 U.A.

sábado, 18 de junio de 2016

Zona de Ptolemaeus, Alphonsus, Arzachel, Rupes Recta, Alpetragius, Thebit, Purbach, Albategnius, Parrot C

Si alguien me preguntase cuántas veces he observado los cráteres Ptolemaeus, Alphonsus y Arzachel, sinceramente no sabría decir, pero lo que sí que puedo asegurar es que tal vez sea la zona lunar que en más ocasiones he disfrutado con mi SC de 127mm.

Y nunca me defrauda.

Virtual Moon Atlas

La noche del 15 de abril de 2016 apunté el telescopio de nuevo hacia ella, y me encontré tan a gusto durante los primeros minutos que estuve con el ojo pegado al ocular, que me decidí a sacar el papel y el lápiz para intentar hacer un pequeño boceto de los principales atractivos de la zona.

Con el papel en blanco delante, empezó a entrarme el pánico. ¿Sería capaz de plasmar la belleza de este paisaje lunar tan complejo que se mostraba ante mí?

Estuve un buen rato en blanco, y nunca mejor dicho, hasta que me animé a trazar las primeras líneas. Y fue en el momento en que pensé que, si no quedaba satisfecho de cómo me iba quedando, siempre tendría la opción de tirar el dibujo a la basura. Pero si por darle demasiadas vueltas a la cabeza no lo intentaba ya, nunca me encontraría con la suficiente confianza como para dibujar esta complicada zona lunar.

Una de las dificultades que se presentan cuando vas a dibujar una parte tan extensa de la Luna es la carrera contra el tiempo. Si nos entretenemos mucho en los detalles, es posible que a medio dibujo, el juego de luces y sombras sea completamente diferente a cuando empezamos, con lo que el resultado final no será demasiado fiel a la observación telescópica del momento.

De manera que lo principal es hacer un rápido bosquejo de los aspectos principales y más representativos, sobre todo prestando especial atención a las sombras. Después con más calma, ya se irá puliendo el dibujo.

Después de unos primeros trazos, vi que estaba abarcando demasiado y que me resultaría muy difícil conseguir un dibujo que me satisficiera, así que para no dejarme nada en el tintero decidí acoplar rápidamente la cámara ASI120MM al telescopio y fotografiar el momento.

Más tarde, esta foto me resultaría de gran ayuda para acabar de perfilar el dibujo.


Con el boceto encaminado y la fotografía hecha, me relajé un poco y empecé a disfrutar realmente de la observación lunar.


En un primer momento me fijé en el grandioso Ptolemaeus. Sus 154 km de diámetro albergan un suelo oscurecido por la lava que, con la abertura con la que estoy observando esta noche, tan sólo se ve alterada por un pequeño cratercillo, Ammonius, que con sus 8 km de diámetro parece querer pedir disculpas por alterar la armonía del interior de Ptolomaeus.

Junto a él encontramos a Alphonsus (118km). Sus paredes están tan juntas que no soy capaz de ver con claridad cuál es el cráter predominante. Más tarde leo que Ptolemaeus se creó en el periodo Pre-Nectariano, mientras que Alphonsus se formó durante el Nectariano, por lo que este último resulta ser más joven.

Muchos son los alicientes de Alphonsus: sus cráteres de halo oscuro, su tímido pico central que se eleva a 1000m de altitud, sus terrazas y diversas grietas y fallas que lo atraviesan de Norte a Sur que parecen partirlo en dos mitades.

Y a continuación mi atención se centra en Arzachel, el más joven de este espectacular trío de cráteres.

Con sus 98 km de diámetro es el menor de ellos, pero no por ello el menos espectacular. Puedo apreciar perfectamente sus terrazas en la pared donde el Sol ya despliega sus rayos. En el lado opuesto, las sombras ya empiezan a verse menos marcadas.

Y algo curioso, que no sé si será debido a alguna ilusión óptica. Me da la sensación que el pico que emerge del suelo de Arzachel no se encuentra, como esperaría, en el centro del cráter, sino algo desplazado hacia el Oeste. Tal vez la presencia de un pequeño cráter a su lado ayude a tener esta perspectiva. Más tarde leo en el libro de Gerald North “Guía para observar la Luna” que, efectivamente, este pico se encuentra desplazado respecto al centro del cráter. Me pregunto cuál debe ser la razón.

Entre Alphonsus y Arzachel la negra oscuridad del peculiar Alpetragius. Es sensacional ver este pequeño cráter de 40 km de diámetro y una altura de 3.900m que no presenta un suelo interior plano, sino que desde sus profundidades emerge un cono de 20 km de diámetro y una elevación de 2.000m.

En el momento en que estoy observando, el cono central se encuentra rodeado de oscuridad, pero su zona superior emerge de ella una vez empieza a ser bañado por los primeros rayos solares. Una vista espectacular que, para mí, resulta de las mejores de todo el conjunto.

Ahora le toca el turno a la “Espada de la Luna”. Rupes Recta, una falla de unos 120 km de extensión que se formó seguramente a raíz del enfriamiento de la lava del Mare Nubium.

Es curioso que lo que desde la Tierra, con nuestros telescopios, nos sugiere una fractura abrupta y profunda, en realidad se trate de una pared con una inclinación  que oscila entre los 30º y los 45º con una anchura de 1.000 a 1.500m. Sea como sea, a nivel estético es fantástica.

Al lado de ella me fijo por unos instantes en Thebit y Thebit A, con sus juegos de luces y sombras; y en Purbach, con unas curiosas colinas internas.

Pero rápidamente mi atención se mueve de vuelta hacia el Norte, donde enfrente de Ptolemaeus encuentro a Albategnius, que con sus 136 km de diámetro, su pico central, sus prominentes paredes y la presencia de Klein, un cráter posterior de 45 km que derruyó la pared oeste de Albategnius, proporcionan un bonito panorama.

Aquí dejo el dibujo que hice finalmente. Puede que la complejidad de la zona me haya superado, pero estoy contento con el resultado final, que no deja de ser un bonito recuerdo del rato que pasé disfrutando de esta parte central de nuestro satélite.


Ya iba a dar por concluida la observación, cuando en un último vistazo que di me llamó la atención un cráter que hasta el momento me había pasado por alto, sin duda eclipsado por los magníficos compañeros que lo rodean.

Se trata de Parrot C, un pequeño cráter de 31 km de diámetro que se encuentra unido a otro cratercillo del que no soy capaz de encontrar su nombre (si es que lo tiene), por un estrecho valle. No es la primera vez que me encuentro con estas curiosas uniones entre cráteres, como por ejemplo la pareja Cardanus-Krafft, y me ha picado la curiosidad.

Investigando un poco me he encontrado con una posible explicación en este artículo de William K. Hartman, “Radial Structures Surrounding Lunar Basins, I: The Imbrium System”

https://www.lpl.arizona.edu/sites/default/files/sic/collection/journal/024_Hartmann_CommLPL_1964.pdf

Hartman expone que existen muchas estructuras radiales que emanan de Mare Imbrium que no pueden ser fruto de fragmentos eyectados por el impacto que formó la cuenca de Mare Imbrium, sino que deben ser el resultado de fracturas que se produjeron en la superficie lunar después del choque. Estas fracturas radiales alcanzan hasta los 2000 km de distancia y en la página 35 del artículo podemos ver una placa donde el autor relaciona el valle que comento que sale de Parrot C con una de estas fracturas.

Un buen colofón para una muy productiva y agradable sesión de observación lunar.

viernes, 10 de junio de 2016

2016-06-07-Luz Cenicienta

La luz de la ciudad nos esconde la noche, y a los que nos gusta la astronomía, sufrimos más que disfrutamos la afición.

Sin embargo hay momentos que nos sorprenden agradablemente.

Por ejemplo, cuando la Luna nos ofrece una pequeña zona iluminada por los rayos solares, el resto de su superficie, si las condiciones son las adecuadas, no se ve completamente oscura, sino que muestra un pequeño resplandor grisáceo donde se pueden distinguir los contrastes lunares.

Este fenómeno es conocido como “luz cenicienta” y se debe a que la Tierra refleja la luz del Sol sobre la superficie nocturna lunar.

Se podría decir, que si nos encontráramos en una zona de la Luna donde todavía es de noche, tendríamos la misma sensación que tenemos en la Tierra los días de Luna llena. De hecho, las fases lunares vistas desde la Tierra y las fases de la Tierra vistas desde la Luna son antagónicas, de manera que cuando tenemos Luna Nueva, en nuestro satélite disfrutan de una “Tierra Llena” y viceversa.

Pero la luz solar que se refleja en la Tierra y alcanza la Luna es mucho más intensa que la que nos llega desde la superficie lunar, ya que la Tierra, debido a su mayor tamaño y a la presencia de nubes, hielo y agua refleja la luz del Sol con mayor intensidad.

Las nubes reflejan aproximadamente un 50% de la luz que les llega, los océanos un 10%, la superficie terrestre, entre un 10 y un 25% y la nieve y el hielo entre un 40 y un 90%.

Recientes estudios acerca del albedo terrestre han puesto de manifiesto que el mejor momento para observar la luz cenicienta es durante los meses de abril, mayo y junio. En esta época el Hemisferio Norte está orientado al Sol de tal manera que la luz puede reflejarse en mayores extensiones de nieve y hielo, lo que permite obtener un albedo más elevado.

La primera constancia que tenemos en la que aparece una explicación más o menos acertada sobre el fenómeno la encontramos en Nicolás de Cusa, a principios del siglo XV. Y también, como no, el genial Leonardo da Vinci nos dejó además de sus teorías, un bonito dibujo de la Luna mostrando la luz cenicienta incluidas en el Codex Leicester:


La noche del 7 de junio de 2016, después de cenar, salí un momento al balcón para intentar soportar un poco mejor el calor que ya empieza a prepararnos para la próxima llegada del verano. Y allí me encontré con una tímida Luna iluminada en un 10% de su superficie y mostrando una luz cenicienta que le proporcionaba una belleza especial.

No pude resistirme y después de estar un buen rato disfrutando de la vista, fui a buscar mi Nikon D5100, le acoplé el objetivo Sigma 150-500mm y disparé hacia la Luna.


Después de hacer la foto, me di cuenta que cerca de la Luna se encontraba una bonita estrella anaranjada, de manera que, animado por el momento, fui en busca de mis prismáticos 10x50 para acabar de deleitarme con el panorama.

La luz cenicienta puede apreciarse perfectamente a simple vista, pero si nos ayudamos con unos prismáticos o con un telescopio, el efecto es impresionante.

Esta vez sólo utilicé los prismáticos, pero me sirvieron perfectamente para distinguir el contraste de los mares lunares y el brillo rojizo de 74 Geminorum, que era la estrella invitada al espectáculo.

74 Geminorum es una estrella variable (NSV 3671) y también doble (WDS J07395+1740AB) que brilla con magnitud 5,2 y presenta una clase espectral M0III D.

Una bonita experiencia urbana después de un día duro y antes de acostarme para recuperar fuerzas de cara a… otro día duro.

viernes, 3 de junio de 2016

Cuatro dobles en Hydra

No era la mejor noche para observar. Me encontraba en Barcelona, con la contaminación lumínica que ello implica, una turbulencia atmosférica bastante acusada y con todavía cierta claridad diurna.

Si todo esto no fuera suficiente, además de echarle un vistazo a Júpiter, tenía previsto visitar cuatro dobles de la constelación de Hydra, que para colmo de males, se encontraba a poca altura respecto al horizonte sur-suroeste.

Pero como sabrá todo aquél aficionado a la astronomía, cuando se lleva mucho tiempo sin poder disfrutar de una noche de observación, cualquier ocasión que se presente, aunque las condiciones no acompañen demasiado, es bienvenida.

De manera que en este 1 de junio de 2016, hacia las 20h 25m T.U., monté el SC de 127mm y apunté hacia la primera doble que tenía en la lista:

1- STF1255



Una doble fácil de desdoblar, asequible para cualquier telescopio. A 50x ya la veo perfectamente desdoblada, pero prefiero forzar un poco más los aumentos con el Delos de 14mm (89x) para disfrutar de una separación más cómoda, y por qué no decirlo, para disfrutar de este ocular que me compré hace unos meses y que tan poco he podido utilizar.

Estoy contento con el generoso campo que muestra, aunque para la observación de dobles este aspecto no importa demasiado, y también estoy satisfecho con el buen contraste que ofrece.

Pero centrémonos con la doble. Es una lástima que se encuentre tan cerca del horizonte, algo menos de 20º, y se vea afectada por la turbulencia atmosférica. Pero a pesar de todo, puedo apreciar una componente principal de color amarillo pálido acompañada a cierta distancia por una secundaria de brillo claramente inferior y de un color azul celeste poco marcado.

A medio grado al Oeste, entra en el mismo campo la potente Delta Hya, de magnitud 4,1. Otra doble pero más exigente, ya que su compañera brilla sólo con magnitud 11 separada por 2,6”.

2- STF1270



A 50x la veo con forma de hormiga, que después de estar un rato concentrado, se convierte ya en dos puntitos separados. Pero sin duda, precisa más aumentos.

Con 89x ya no resulta tan problemático separarla, aunque sin duda, su cercanía al horizonte (14º), esta noche la penaliza sin piedad. Con todo, la vista a estos aumentos resulta muy atractiva.

Fuerzo un poco más con 166x, y aunque decido dibujarla con estos aumentos, tengo que reconocer que la turbulencia la afecta de manera terrible. La verdad es que estoy convencido que con mejores condiciones de observación, esta doble sería excepcional, pero esta noche resulta complicada.

Dos componentes blanquecinas con una diferencia de magnitud que se percibe sin excesiva dificultad.

3- STF1347



Componentes azuladas, aunque bastante paliduchas. Gracias a su generosa separación quedan perfectamente desdobladas a 50x. La magnitud de diferencia también se aprecia de forma evidente, sin dejar ninguna duda sobre cuál es la componente más brillante.

Fijándome un poco, tal vez diría que la componente principal presenta un azul tendiente al blanco, mientras que la secundaria un azul celeste muy delicado.

A 89x mucho mejor, ahora su vista me sugiere dos ojos que me están observando, impresión que se ve reforzada esta noche con mi SC de 127mm al verla en una perfecta posición horizontal, como muestro en la ficha, en el generoso campo del ocular Delos de 14mm.

4- Tau 1 Hya – HJ1167



Con una más que generosa separación, esta doble es ideal para pequeños telescopios, de manera que con mi SC de 127mm, utilizando el ocular de 25mm (50x), es más que suficiente para disfrutar plenamente de una principal de un color blanco casi inmaculado, muy brillante, y de una secundaria con una tonalidad amarillenta, que aguanta bastante bien el tipo a pesar de la gran diferencia de magnitud que existe entre ambas. Una doble fácil, cómoda y con gran presencia.