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sábado, 5 de junio de 2010

Plato y una pequeña reflexión

Esto va con el carácter de cada uno, unos tendrán este problema más acentuado que otros, pero lo que sí es cierto es que todos los astrónomos aficionados hemos pasado por ello alguna vez.

Recuerdo noches de verano en mi pueblo en las que sentado en una butaca y con unos simples prismáticos disfrutaba enormemente observando varias zonas al azar de la Vía Láctea. Un espectáculo grandioso que no precisaba de grandes complicaciones y que siempre me permitía irme a la cama relajado y satisfecho.

A medida que la afición astronómica se va adueñando de nosotros... la cosa ya no es tan fácil. La primera complicación la tenemos en la compra del telescopio (Tipo ¿newtoniano?, ¿refractor?, ¿catadióptrico?; montura ¿altacimutal?, ¿dobsoniana?, ¿ecuatorial?; ¿computerizado o manual?; ¿qué abertura?, ¿qué marca?...).

Una vez lo tenemos, empezamos un proceso que puede ser más o menos largo, más o menos farragoso, de aprendizaje de observación del cielo y de manejo del telescopio.

Más tarde, queremos probar con la astrofotografía. Primero algo “fácil” (planetaria y lunar), después queremos “introducirnos” en la astrofotografía de cielo profundo... Todo ello implica más decisiones y más aprendizaje: cámaras, software, conceptos técnicos... y no lo olvidemos, más dinero.

Y/o nos puede dar por querer hacer mediciones “serias” de separaciones y ángulos de posición de estrellas dobles, curvas de luz de estrellas variables, seguimientos cometarios, ocultaciones...

El resultado de todo esto suele conducirnos al problema que comentaba al principio.

Una noche, rodeados de cables, cámaras, grandes telescopios, mil y un accesorios, ordenadores... nos damos cuenta que estamos nerviosos, de mal humor, tensos... porqué no acaban de salirnos bien esas fotografías que nos habíamos hecho la ilusión de hacer, ese enfoque que no acabamos de conseguir, esas mediciones que no son válidas ni por acercamiento, esa colimación que no acabamos de ser capaces de afinar, esos programas de los que sólo somos capaces de sacarles partido en un 10% de lo que nos pueden ofrecer, ese maldito seeing o esas nubes que nos arruinan una noche esperada... y es entonces cuando ya en la cama, sin poder pegar ojo por los nervios, recuerdas esas noches de verano estirado en la tumbona con unos sencillos prismáticos... y disfrutando.

Cuando llegamos a este punto es bueno detenernos a reflexionar el porqué de la práctica de esta afición.

En mi opinión, una afición deja de tener sentido en el momento en que nos depara más preocupaciones y desengaños que no satisfacciones.

Con ello no quiero decir que no tenemos que probar cosas nuevas, aprender, equivocarnos, fracasar y volver a intentarlo... lo que digo es que no tenemos que dejar que todo este proceso nos haga sentir mal.

La noche del 21 de mayo de 2010 estaba observando la Luna con la intención de fotografiar en detalle uno de los cráteres más atractivos que podemos observar con pequeños telescopios: Plato. Y dibujarlo en el momento en que las sombras de su pared se proyectaban en su negro interior...

Pues bien, en vez de estar disfrutando con ello me encontré subiéndome por las paredes al no ser capaz de enfocar correctamente el cráter y sacar una buena fotografía en el momento adecuado (culpa del seeing, de los altos aumentos que da la barlow x2 y la DBK o de mi poca pericia...). La “mejor” que conseguí fue esta:

Se me habían quitado las ganas hasta de hacer un boceto... y entonces fue cuando reflexioné todo lo que estoy intentando explicar en esta entrada.

Respiré hondo por dos veces, quité la barlow, mejoré sensiblemente el enfoque e hice tres fotografías con las que montar un mosáico de la zona de Plato, cuyo resultado fue una de las mejores composiciones que he conseguido nunca de la Luna:

Quité cámaras, apagué ordenadores, recogí cables... y me pasé media hora disfrutando tranquilamente de la zona, una de las más agradecidas que ofrece la Luna para pequeños telescopios.

El negro Plato es una maravilla, sobre todo con las sombras de su pared reflejando su accidentado relieve en el fondo del cráter.

Los Montes Alpes, impresionantes montañas atravesadas en su corazón por un espectacular Vallis Alpes.

La magnificencia de los Montes Apeninus, las parejas de cráteres Aristóteles y Eudoxus, Aristilus y Autolicus, la serena presencia de Archimedes, el peculiar Cassini y el fondo todavía oscuro de Eratosthenes...

El cráter fantasma Égede, los majestuosos Mons Pico, Mons Piton, Montes Spitzgergen...

Y para acabar un vistazo al Mare Serenitatis...

Acabé la noche feliz y con la lección bien aprendida. Aunque claro, ya estoy dándole vueltas a la cabeza sobre como mejorar mis enfoques cuando utilizo la DBK y la barlow x2...

2 comentarios:

  1. Lo que son las cosas Oscar...no sabes hasta que punto te entiendo y comparto tu inquietud.
    De hecho te diré que desde hace un tiempo he adquirido la costumbre (sana) de hacer exactamente eso que tu dices despues de cada sesión de dobles con CCD. Para relajarme y volver a los "origenes" recojo toda la tecnologia que hay alrrededor del telescopio y me dedico durante un rato a disfrutar visualmente (la mayoria de las veces con prismaticos) de esas maravillas que me pierdo por "culpa" de la metodologia de trabajo que me exigen las dobles.

    Ahora, cuando me meto en la cama...me duermo al momento.

    Por otro parte, decirte que el relato, de bueno que es...como para publicarlo...
    Seguro que una gran parte de los aficionados han sentido lo mismo que tu explicas tan magistralmente mas de una vez.

    Un abrazo.

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  2. Gracias Nachote.

    En este sentido, para mi, una de las mejores noches del año es la de la "Lágrimas de San Lorenzo" (Las Perseidas) en el mes de agosto.

    Y mira que soy malo. Me paso la noche girando la cabeza de un lado de cielo a otro llegando tarde a todos los sitios y escuchando a mi familia diciendo: "Mira una", "Otra, otra", "Ala, que pasada"... y al final, con suerte, puedo ver dos o tres estrellas fugaces en toda la noche...

    Y sin embargo, no cambiaría esos momentos de observación astronómica tan sencilla por nada.

    A lo dicho, debemos ser ambiciosos en nuestros objetivos, pero sin olvidar esas pequeñas cosas que nos hacen ser verdaderamente felices :)

    Saludos

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