lunes, 17 de mayo de 2010

Venus, la Luna... y un mal telescopio

No es oro todo lo que reluce… y no todo lo que tiene forma de telescopio es válido para iniciarse en la observación astronómica.

La empresa que nos suministra el material de oficina en mi lugar de trabajo nos obsequió con un magnífico “telescopio” astronómico y terrestre de 50mm de diámetro para observar las estrellas y las maravillas del Universo. Siendo un regalo, no esperaba que fuera de gran calidad, pero como mínimo esperaba que fuera tan digno como un prismático normalillo.

Este es el artefacto en cuestión:

El 15 de mayo de 2010 estaba de viaje y no llevaba conmigo nada más que el “telescopio” de regalo. No había tenido ocasión de probarlo, y decidí que observar Venus, al lado de una joven Luna creciente, sería una buena manera de estrenarlo.

Pues bien, esto es, después de localizar Venus, lo que pude ver a través del ocular:Traduzco el dibujo: Venus flanqueado por dos fantasmas venusianos producto de extraños reflejos telescópicos…

En conclusión: Un telescopio inservible para la observación astronómica.

Lo bueno es que para observación terrestre, a la luz del día, la imagen que ofrece, libre de reflejos, es aceptable.

Esta pequeña anécdota personal me hizo reflexionar sobre lo importante que es para alguien que desea introducirse en esta bonita afición, informarse bien antes de lanzarse a la compra de un telescopio.

Y sobre todo, una vez tomada la decisión, comprarlo en una tienda especializada en material astronómico. El 90% de ellas son lo suficientemente profesionales como para aconsejarnos el mejor telescopio que se adapte a nuestras necesidades.

Además, si compramos una marca reconocida, nos aseguraremos que, elijamos el modelo que elijamos, nos ofrecerá unas garantías mínimas de calidad.

Cuando estaba guardando el “telescopio” volví a dirigir mi vista hacia Venus y la Luna que se mostraban espectaculares en un cielo despejado y límpido. Venus extremadamente brillante, y la Luna brillando en una pequeña porción y ofreciendo una clara luz cenicienta.

Además el paisaje acompañaba. El planeta y nuestro satélite se encontraban a poca altura de una sierra perfectamente perfilada gracias a un precioso contraluz ofrecido por el Sol que se iba despidiendo del día…

Dejé el “telescopio” abandonado, cogí lápiz y papel, y dibujé un pequeño recuerdo:

Me olvide de la mala experiencia con el “telescopio” y pensé: Se disfruta más de la astronomía a ojo desnudo que con un mal telescopio.

3 comentarios:

  1. Hola Almach:

    Qué buen dibujo el hecho a simple vista, felicidades!

    Es una lástima que algunos telescopios lo único que hagan es matar afición, sobre todo de los recién iniciados. Pero me parece muy buena tu explicación de que a veces es mejor hacer astronomía a "ojo desnudo" que con algún instrumento óptico.

    Saludos.

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  2. Una gran reflexión, y me permito agregar, si somos incapaces de conmovernos mirando el cielo a simple vista, ningún instrumento será capaz de mostrarnos algo que nos conmueva.

    Un saludo!

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  3. Gracias Oscar y Hache por los comentarios.

    Una de las veces que más me ha impresionado el cielo fue estando en una montaña a 1.500 m. de altura, de acampada, sin ningún tipo de contaminación lumínica, en verano, viendo atravesar el cielo de punta a punta la Via Láctea... impresionante.

    La pena es que por culpa de la contaminación lumínica nos estemos perdiendo estos espectáculos.

    Saludos a los dos... y buenos cielos.

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